21 nov 2009

El gobierno es cómplice de trasnacionales, aseguran activistas

Trabajadoras de la confección: entre la injusticia y la crisis

Por Guadalupe Cruz Jaimes

México DF, 20 nov 09 (CIMAC).- A consecuencia de la crisis económica, las trabajadoras de la industria manufacturera de la confección, quienes representan 70 por ciento de la mano de obra del ramo, padecen paros técnicos, retención de sus salarios, extensas jornadas de trabajo, y participan en mayor medida en el sector informal, sea como fuente de empleo o únicamente para completar su salario.

Este sector laboral es uno de los más olvidados por el gobierno mexicano, el cual “no pone mucha atención a la confección, que es importante para México, por el descuido de derechos laborales por parte de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social y las juntas de conciliación y arbitraje locales y federales”, señaló Linda Yanz, integrante de la Red Solidaridad de la Maquila en Canadá.

Con la crisis económica, las condiciones laborales de las y los trabajadores se volvieron más “críticas”: “con los paros técnicos y el cierre de fábricas, ellas tienen más carga de trabajo para suplir la falta de personal. Y además hacen trabajo a domicilio, donde no hay ningún tipo de regulación”, indicó Yanz a Cimacnoticias.

De acuerdo con el texto “La crisis y sus efectos en la industria textil y del vestido de México”, publicado por la Red Solidaridad de la Maquila en octubre pasado, el país experimentó este 2009 una de las caídas más acentuadas en las exportaciones textiles y de confecciones a los Estados Unidos: el descenso fue de 20 por ciento con respecto a 2008. En abril de 2009 se perdieron 68 mil empleos y se cerraron 666 fábricas del sector textil, del vestido y del cuero, indica también el documento.

A partir de la crisis económica, además del aumento en la producción para el mercado nacional y la disminución de la demanda internacional, empeoraron las condiciones de empleo y se incrementó la dependencia del sector informal por parte de las y los desempleados, sea como fuente de trabajo o para completar el ingreso de quienes ven disminuidos sus salarios por los paros técnicos.

Por su parte, la abogada laboral Graciela Besunsan señaló que el modelo económico del que México ha dependido para competir en el mercado internacional por décadas –bajos salarios, sindicatos débiles o inexistentes y protecciones ambientales y laborales poco estrictas– ha logrado pocos beneficios y está agotado.

La crisis actual es una oportunidad para reconocer esta realidad y comenzar a construir un nuevo modelo basado en la competitividad responsable y el trabajo decente, aseguró.

LAS PÉRDIDAS

México perdió un total de 655 mil 600 empleos en todos los sectores en los primeros seis meses de 2009; de cada diez trabajos perdidos, siete fueron del sector manufacturero.

La caída en el sector textil, del vestido y del cuero representa 4.8 por ciento; esta rama genera alrededor de 300 mil empleos directos en el país, dos por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) y ocho por ciento de los puestos de trabajo en la industria de la manufactura.

A su vez, la industria textil, del vestido y del cuero es la mayor empleadora de mujeres, quienes ocupan alrededor de 70 por ciento de los puestos.

Las entidades clave en la producción textil y de confecciones son el Estado de México, el Distrito Federal, Puebla y Guanajuato, tanto en términos de contribución al PIB como de aportes al empleo. México es el mayor exportador de confecciones, en América Latina, al mercado de Estados Unidos.

Las empresas transnacionales de la industria de la confección llegaron a los estados antes mencionados cuando entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). En 1994, “muchas empresas que estaban en la frontera norte se fueron al centro y el sur del país; a Puebla por ejemplo, donde pagaban 30 o 40 por ciento de lo que remuneraban a las y los trabajadores norteños”, señaló a Cimacnoticias Julia Quiñonez, coordinadora del Comité Fronterizo de Obreras, con sede en Coahuila.

El gobierno fue cómplice de las transnacionales”, añadió. En el norte, las y los trabajadores tenían más experiencia y lograron contratos colectivos con salarios “más generosos”, de hasta 170 dólares semanales, pero “a las empresas les convenía estar en el centro y el sur del país, donde pagan mucho menos”, declaró la defensora de derechos humanos laborales.

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