Sin apoyo sindical, tienen tomada la planta de Barrier Wear
REPORTAJE
CimacFoto: Silvia Núñez Esquer
Por: Silvia Núñez Esquer, corresponsal
Cimacnoticias | Hermosillo.-
El síndrome de la bodega acondicionada y habilitada como centro de trabajo se sigue repitiendo en esta capital del estado de Sonora.
Las condiciones deplorables en que laboraban más de un centenar de personas fabricando ropa para el Ejército, bomberos, policías, pilotos y otros, de Estados Unidos, han salido a la luz mientras sus empleados, en la mayoría mujeres, cumplieron 15 meses en huelga.
Con una extensión de una manzana, sin anuncios referentes a la actividad principal, y sólo un pequeño anuncio de oficinas de Barrier Wear de México, resguarda todavía la maquinaria, un automóvil y mercancía empacada lista para ser enviada al vecino país.
Más de 100 mujeres y 16 hombres se turnan para cubrir las guardias de día o de noche, según el rol que les toque. Muchas de ellas son jóvenes. Las que menos tienen que perder ya se han cansado del movimiento de huelga que no parece tener fin, pues al principio la Confederación de Trabajadores de México (CTM) las apoyó con agua, comida, información sobre los trámites jurídicos, pero al iniciar 2014 las cosas cambiaron: la CTM las abandonó, las dejó a su suerte.
Otro grupo de trabajadoras, las que cuentan con siete, 10 u 11 años prestando sus servicios para la maquiladora norteamericana Barrier Wear, no se cansan, no desisten, no quitan el dedo del renglón, quieren ganar el caso, esperan su liquidación y salarios caídos de acuerdo con la ley.
Son las mujeres “grandes”, las de más de 40 o 50 años de edad las que saben que al terminar el paro no volverán de nuevo a ser contratadas, ni ahí, ni en alguna otra empresa, “por la edad”, se lamentan.
Techos resquebrajados y reblandecidos por el agua, ya sea del sistema de ventilación o la lluvia, que a decir de las trabajadoras de la industria textil cuando viene “parece que va a arrancar los techos”.
Y es que a pesar de la cloaca que se destapó en junio de 2009 por la tragedia en la Guardería ABC, en la que se utilizaba una bodega con techo de lámina recubierto con poliuretano, los centros de trabajo de obreras y obreros siguen utilizando ese material para techar las naves industriales.
Al menos así es en la paralizada Barrier Wear. Peor aún, se permite que inversionistas extranjeros vengan a instalar sus negocios a costa de los riesgos para las trabajadoras, con un bajo salario y con las prestaciones mínimas.
Sin salidas de emergencia, a pesar de trabajar con material inflamable como la tela, con unos portones de deslizamiento lateral, es como los patrones libran las disposiciones de protección civil.
Si bien hay dos puertas más además de la principal, éstas permanecen cerradas con candado por dentro. Para completar la simulación, los portones corredizos tienen al frente pintado en el piso, como para dar un falso alivio, el símbolo de centro de reunión, sin advertir que para llegar a él primero habría que abrir las puertas que a decir de las trabajadoras se cerraban con candado por dentro, por lo que en caso de emergencia habría los mismos inconvenientes que en la Guardería ABC ante el incendio, al no ser puertas diseñadas para abrirse con facilidad hacia afuera.
DESGASTE FÍSICO
La osteoartritis, dolor de columna, dolor de cabeza, ardor en los ojos y la mala circulación son padecimientos que las obreras de la maquiladora norteamericana reconocen como enfermedades del trabajo. Sin embargo, ninguna de éstas ha sido tratada como tal.
Hoy día la preocupación es otra: que la huelga que estallaron el 28 de febrero de 2013 llegue a su fin con beneficios para ellas. Al principio paralizaron la empresa por un aumento de 5 a 8 por ciento a su salario, y 10 pesos más a la compensación diaria de 50 pesos que recibían por concepto de bono de productividad.
La más reciente oferta del “gringo”, como le dicen al representante de la empresa, Paul Stephen Grillo, es de un millón de pesos repartido entre 116 mujeres y hombres que laboraban en la maquiladora, condicionado a que entreguen la maquinaria y todo lo que está dentro de la nave industrial. Pero esa cantidad es irrisoria comparada con lo que les corresponde, afirman las trabajadoras.
Ante la renuncia de su delegada sindical, y el abandono en que ha incurrido la CTM, corporación a la que están afiliadas, las trabajadoras han tenido que buscar sus propios mecanismos de acopio de información y acciones de presión.
Entre ellas comparten las novedades a que alguna tiene acceso indirectamente. Como medida de presión han organizado varias manifestaciones ante Palacio de Gobierno para exigir al Ejecutivo estatal que obligue a la Junta de Conciliación y Arbitraje resuelva a su favor. Otra acción es manifestarse frente al consulado de EU en Hermosillo.
Nada hasta ahora les ha dado resultado. En una improvisada carpa de cartones y otros materiales reciclables, utilizando una gran bandera rojinegra como techo, han permanecido los últimos 15 meses en la calle Juárez esquina con Fronteras.
Sin alguien que les lleve agua, un poco de comida, o algún otro insumo, estas mujeres tan sólo cuentan con ellas mismas y con sus compañeras. Juntas sobreviven, se dan aliento, se cuentan la precariedad que ha invadido su vida y las consecuencias de las deudas no saldadas, mientras “el gringo paga y paga amparos”.
RESISTENCIA
María Alejandrina Sesma trabajaba en la maquiladora como inspectora. Es una de las más convencidas de la huelga, de que no se debe levantar mientras no consigan lo justo. Está segura de que se merecen el aumento de 10 pesos al bono de productividad, pues tenían 15 años recibiendo 50 pesos. Para otorgárselos, la empresa les pedía miles de piezas más diariamente lo cual consideraban injusto.
Esta madre de familia, sostén de su casa, acude sin falta a sus guardias en domingo, pues fue el día que escogió para poder trabajar entre semana en alguna otra empresa y obtener algún ingreso mientras se resuelve el conflicto laboral.
Santa Ana Careaga Navarro, de 52 años, laboraba desde hace 11 como operadora en Barrier Wear. Es otra de las sindicalistas que no falla a sus guardias. Ella asiste de noche, pues es el horario que más se acomoda para cumplir con el movimiento al que considera muy justo.
Asegura que a la ropa para policía, bombero o piloto, ellas le colocaban las etiquetas de “Hecho en México”, y en Estados Unidos se las cambiaban por otras que decían “Made in USA”.
Santa Ana considera que la huelga no se debe levantar sin conseguir lo que piden, pues no es justo que después de un año no les den nada. Además piensa que a su edad no le darían trabajo tan fácilmente en otra parte.
La información que tiene es que los socios de la maquiladora les ofrecen un millón de pesos repartido entre todas y todos los trabajadores, o las pertenencias que están dentro de la fábrica. Sin embargo, ella es de las resueltas a que les otorguen las dos cosas, sólo así terminarían el movimiento de huelga, advierte.
A pesar de que el negocio está enfrente de la comandancia de policía, Santa Ana dice que no es fácil hacer guardia de noche, pues peligran al estar solas, incluso ya han lidiado con personas en situación de calle que les piden posada, y en una ocasión se escondió un joven que acababa de robar y lo venían siguiendo.
Inspectora durante siete años en la maquiladora, Ana Elsa Sandoval Robles narra lo pesado de estar en huelga durante más de un año: “¡Si supiera qué sufrimiento! Pasamos lluvias, hambre, sed, de todo…”.
Ayudando a cuidar niños es como Ana ha podido obtener un poco de ingreso, pues con 57 años de edad comenta que no en cualquier parte le dan trabajo.
Cuenta que ella trabajaba muy contenta como inspectora revisando la ropa que no llevara alguna falla. Uniformes para el ejército americano, para bomberos, pilotos, alpinistas y ropa de seguridad, es lo que Ana Elsa debía revisar.
Afirma que como trabajadoras tenían miedo por el techo de lámina con recubrimiento de poliuretano y las puertas de lámina cerradas por dentro con candado, por el recuerdo latente del incendio en la ABC, donde murieron 49 niñas y niños.
Ana Elsa cuenta que otro de los detonantes de la huelga es que observaron que los dueños empezaron a retirar cierta maquinaria, además de que indemnizaron a las personas que tenían más antigüedad, y que cuando solicitaban crédito en Fonacot les decían que no podían otorgárselos porque esa empresa cerraría pronto.
Estos actos y la retención de salarios levantaron sospechas de que la empresa desaparecería como ha sucedido con otras maquiladoras de dueños extranjeros que se esfuman de un día para otro, sin cumplir sus responsabilidades con las y los trabajadores. De esa forma decidieron detener un embarque muy grande que estaba listo para salir a EU y cerraron las puertas de la empresa.
Luchando por calmar el dolor de sus articulaciones y con sólo medicamento para el dolor suministrado por el IMSS, Ana Elsa define tajante que ella, al igual que sus compañeras, no se retirarán de la huelga en Barrier Wear con la oferta más reciente de “los gringos”. “Sólo con el millón y lo que está adentro” aceptaríamos, finaliza.
Las condiciones deplorables en que laboraban más de un centenar de personas fabricando ropa para el Ejército, bomberos, policías, pilotos y otros, de Estados Unidos, han salido a la luz mientras sus empleados, en la mayoría mujeres, cumplieron 15 meses en huelga.
Con una extensión de una manzana, sin anuncios referentes a la actividad principal, y sólo un pequeño anuncio de oficinas de Barrier Wear de México, resguarda todavía la maquinaria, un automóvil y mercancía empacada lista para ser enviada al vecino país.
Más de 100 mujeres y 16 hombres se turnan para cubrir las guardias de día o de noche, según el rol que les toque. Muchas de ellas son jóvenes. Las que menos tienen que perder ya se han cansado del movimiento de huelga que no parece tener fin, pues al principio la Confederación de Trabajadores de México (CTM) las apoyó con agua, comida, información sobre los trámites jurídicos, pero al iniciar 2014 las cosas cambiaron: la CTM las abandonó, las dejó a su suerte.
Otro grupo de trabajadoras, las que cuentan con siete, 10 u 11 años prestando sus servicios para la maquiladora norteamericana Barrier Wear, no se cansan, no desisten, no quitan el dedo del renglón, quieren ganar el caso, esperan su liquidación y salarios caídos de acuerdo con la ley.
Son las mujeres “grandes”, las de más de 40 o 50 años de edad las que saben que al terminar el paro no volverán de nuevo a ser contratadas, ni ahí, ni en alguna otra empresa, “por la edad”, se lamentan.
Techos resquebrajados y reblandecidos por el agua, ya sea del sistema de ventilación o la lluvia, que a decir de las trabajadoras de la industria textil cuando viene “parece que va a arrancar los techos”.
Y es que a pesar de la cloaca que se destapó en junio de 2009 por la tragedia en la Guardería ABC, en la que se utilizaba una bodega con techo de lámina recubierto con poliuretano, los centros de trabajo de obreras y obreros siguen utilizando ese material para techar las naves industriales.
Al menos así es en la paralizada Barrier Wear. Peor aún, se permite que inversionistas extranjeros vengan a instalar sus negocios a costa de los riesgos para las trabajadoras, con un bajo salario y con las prestaciones mínimas.
Sin salidas de emergencia, a pesar de trabajar con material inflamable como la tela, con unos portones de deslizamiento lateral, es como los patrones libran las disposiciones de protección civil.
Si bien hay dos puertas más además de la principal, éstas permanecen cerradas con candado por dentro. Para completar la simulación, los portones corredizos tienen al frente pintado en el piso, como para dar un falso alivio, el símbolo de centro de reunión, sin advertir que para llegar a él primero habría que abrir las puertas que a decir de las trabajadoras se cerraban con candado por dentro, por lo que en caso de emergencia habría los mismos inconvenientes que en la Guardería ABC ante el incendio, al no ser puertas diseñadas para abrirse con facilidad hacia afuera.
DESGASTE FÍSICO
La osteoartritis, dolor de columna, dolor de cabeza, ardor en los ojos y la mala circulación son padecimientos que las obreras de la maquiladora norteamericana reconocen como enfermedades del trabajo. Sin embargo, ninguna de éstas ha sido tratada como tal.
Hoy día la preocupación es otra: que la huelga que estallaron el 28 de febrero de 2013 llegue a su fin con beneficios para ellas. Al principio paralizaron la empresa por un aumento de 5 a 8 por ciento a su salario, y 10 pesos más a la compensación diaria de 50 pesos que recibían por concepto de bono de productividad.
La más reciente oferta del “gringo”, como le dicen al representante de la empresa, Paul Stephen Grillo, es de un millón de pesos repartido entre 116 mujeres y hombres que laboraban en la maquiladora, condicionado a que entreguen la maquinaria y todo lo que está dentro de la nave industrial. Pero esa cantidad es irrisoria comparada con lo que les corresponde, afirman las trabajadoras.
Ante la renuncia de su delegada sindical, y el abandono en que ha incurrido la CTM, corporación a la que están afiliadas, las trabajadoras han tenido que buscar sus propios mecanismos de acopio de información y acciones de presión.
Entre ellas comparten las novedades a que alguna tiene acceso indirectamente. Como medida de presión han organizado varias manifestaciones ante Palacio de Gobierno para exigir al Ejecutivo estatal que obligue a la Junta de Conciliación y Arbitraje resuelva a su favor. Otra acción es manifestarse frente al consulado de EU en Hermosillo.
Nada hasta ahora les ha dado resultado. En una improvisada carpa de cartones y otros materiales reciclables, utilizando una gran bandera rojinegra como techo, han permanecido los últimos 15 meses en la calle Juárez esquina con Fronteras.
Sin alguien que les lleve agua, un poco de comida, o algún otro insumo, estas mujeres tan sólo cuentan con ellas mismas y con sus compañeras. Juntas sobreviven, se dan aliento, se cuentan la precariedad que ha invadido su vida y las consecuencias de las deudas no saldadas, mientras “el gringo paga y paga amparos”.
RESISTENCIA
María Alejandrina Sesma trabajaba en la maquiladora como inspectora. Es una de las más convencidas de la huelga, de que no se debe levantar mientras no consigan lo justo. Está segura de que se merecen el aumento de 10 pesos al bono de productividad, pues tenían 15 años recibiendo 50 pesos. Para otorgárselos, la empresa les pedía miles de piezas más diariamente lo cual consideraban injusto.
Esta madre de familia, sostén de su casa, acude sin falta a sus guardias en domingo, pues fue el día que escogió para poder trabajar entre semana en alguna otra empresa y obtener algún ingreso mientras se resuelve el conflicto laboral.
Santa Ana Careaga Navarro, de 52 años, laboraba desde hace 11 como operadora en Barrier Wear. Es otra de las sindicalistas que no falla a sus guardias. Ella asiste de noche, pues es el horario que más se acomoda para cumplir con el movimiento al que considera muy justo.
Asegura que a la ropa para policía, bombero o piloto, ellas le colocaban las etiquetas de “Hecho en México”, y en Estados Unidos se las cambiaban por otras que decían “Made in USA”.
Santa Ana considera que la huelga no se debe levantar sin conseguir lo que piden, pues no es justo que después de un año no les den nada. Además piensa que a su edad no le darían trabajo tan fácilmente en otra parte.
La información que tiene es que los socios de la maquiladora les ofrecen un millón de pesos repartido entre todas y todos los trabajadores, o las pertenencias que están dentro de la fábrica. Sin embargo, ella es de las resueltas a que les otorguen las dos cosas, sólo así terminarían el movimiento de huelga, advierte.
A pesar de que el negocio está enfrente de la comandancia de policía, Santa Ana dice que no es fácil hacer guardia de noche, pues peligran al estar solas, incluso ya han lidiado con personas en situación de calle que les piden posada, y en una ocasión se escondió un joven que acababa de robar y lo venían siguiendo.
Inspectora durante siete años en la maquiladora, Ana Elsa Sandoval Robles narra lo pesado de estar en huelga durante más de un año: “¡Si supiera qué sufrimiento! Pasamos lluvias, hambre, sed, de todo…”.
Ayudando a cuidar niños es como Ana ha podido obtener un poco de ingreso, pues con 57 años de edad comenta que no en cualquier parte le dan trabajo.
Cuenta que ella trabajaba muy contenta como inspectora revisando la ropa que no llevara alguna falla. Uniformes para el ejército americano, para bomberos, pilotos, alpinistas y ropa de seguridad, es lo que Ana Elsa debía revisar.
Afirma que como trabajadoras tenían miedo por el techo de lámina con recubrimiento de poliuretano y las puertas de lámina cerradas por dentro con candado, por el recuerdo latente del incendio en la ABC, donde murieron 49 niñas y niños.
Ana Elsa cuenta que otro de los detonantes de la huelga es que observaron que los dueños empezaron a retirar cierta maquinaria, además de que indemnizaron a las personas que tenían más antigüedad, y que cuando solicitaban crédito en Fonacot les decían que no podían otorgárselos porque esa empresa cerraría pronto.
Estos actos y la retención de salarios levantaron sospechas de que la empresa desaparecería como ha sucedido con otras maquiladoras de dueños extranjeros que se esfuman de un día para otro, sin cumplir sus responsabilidades con las y los trabajadores. De esa forma decidieron detener un embarque muy grande que estaba listo para salir a EU y cerraron las puertas de la empresa.
Luchando por calmar el dolor de sus articulaciones y con sólo medicamento para el dolor suministrado por el IMSS, Ana Elsa define tajante que ella, al igual que sus compañeras, no se retirarán de la huelga en Barrier Wear con la oferta más reciente de “los gringos”. “Sólo con el millón y lo que está adentro” aceptaríamos, finaliza.
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