Mujeres pierden empleos y regresan a sus comunidades
Imagen retomada del portal somosmigrantes.org
Por: Lizbeth Ortiz Acevedo, enviada
Cimacnoticias | Boca del Río.- La falta de oportunidades y pobreza que impera en algunos municipios del estado de Veracruz obliga a algunas mujeres a emigrar de sus comunidades, y buscar un mejor porvenir en el puerto del mismo nombre.
Sin embargo, a su llegada estas mujeres se topan con una ola de violencia desatada por el crimen organizado que las obliga a retornar a sus lugares de origen.
La situación se agrava con un gobierno estatal encabezado por Javier Duarte, señalado por maquillar la situación de inseguridad en el estado y criticado por no prestar atención a la marginación que viven las mujeres migrantes.
Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en el año 2010 municipios veracruzanos como Aquila, Ilamatlán y Mecatlán, tenían a 6 de cada 10 de sus habitantes viviendo en pobreza extrema.
En Calcahualco eran 7 de cada 10 habitantes (68.8 por ciento), y en el caso de Mixtla de Altamirano la marginación afectó al 80 por ciento de su población.
Claudia Ramírez, coordinadora municipal de la Cruzada Nacional contra el Hambre en Veracruz, dijo a Cimacnoticias que mujeres dedicadas al campo –muchas de ellas indígenas– en municipios como Tehuipango, Zongolica, La Perla, Coatzacoalcos, Zontecomatlán y Minatitlán, abandonaron sus tierras debido a los abusos por parte de “coyotes” que les pagaban sus cosechas a precios muy bajos.
En su informe de actividades correspondiente a 2012, la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Veracruz reportó que la población indígena de la entidad vive vulnerabilidad en materia de procuración y administración de justicia, y en acceso a servicios públicos y de salud, lo que deriva en que sufra discriminación, abusos y vejaciones.
EN CARNE PROPIA
Así, las mujeres decidieron buscar empleo en los servicios turísticos del puerto de Veracruz. No obstante, a su llegada encontraron un panorama de secuestros, cobros de piso (extorsiones), asesinatos y desapariciones, en gran medida atribuidos al cártel de Los Zetas.
De esa manera, entre 2010 y 2011 múltiples establecimientos comerciales comenzaron a cerrar, lo que afectó a los dueños, al turismo y a quienes se empleaban en estos lugares.
Según la Secretaría de Marina, en un comunicado de enero de 2012, como parte de los resultados del programa “Veracruz Seguro”, además de las detenciones de presuntos integrantes de bandas delictivas, hubo una disminución en los delitos de homicidio (62 por ciento), extorsiones (64 por ciento), denuncias por robo a casa habitación, comercio y vehículos (51 por ciento).
Y no obstante esa supuesta mejoría en la seguridad no impidió que mujeres veracruzanas y provenientes de otros estados decidieran abandonar el puerto.
Martha, una mujer del municipio de Alvarado, cuenta que dejó su empleo de camarera en un hotel debido a los asaltos constantes a restaurantes y lugares de hospedaje.
Además se ha denunciado que entre los taxistas operan grupos criminales que secuestran y extorsionan a la ciudadanía que aborda las unidades, por lo que incluso habitantes del puerto han preferido salir de ahí ante la escalada de violencia.
En un recorrido por la zona restaurantera del Boulevard Manuel Ávila Camacho, se aprecia a simple vista una serie consecutiva de locales cerrados pese a su ubicación privilegiada frente al mar.
Además, hay calles vacías de visitantes en plena zona turística. En cambio abundan policías federales y marinos, quienes realizan patrullajes empuñando armas largas.
Los hoteles cercanos exhiben mantas con los bajos costos de sus habitaciones por noche, que llegan a los 300 pesos con el fin de atraer al turismo.
Pese a esta situación, Roxana Guízar, quien emigró de Jalisco hace 18 años y hoy dirige la organización Mujeres Apoyando Mujeres, se niega a abandonar el puerto porque tiene la esperanza de un cambio que repercuta en el bienestar de sus hijos, quienes ya nacieron en este estado.
Explica que se dedica a apoyar emocionalmente a mujeres a través de su organización ante los altos índices de violencia de género que enfrentan.
Con todo, Roxana –quien se considera veracruzana de corazón– confía en que la situación mejore y el puerto vuelva a ser un espacio de oportunidades como en otras décadas lo fue.
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