- Luego de la masacre del 2 de octubre de 1968, el presidente GustavoDíaz Ordaz continuó con acciones propias de su régimen dictatorial y arremetió contra quienes se opusieron a los órganos del Estado.
- Hoy se cumplen 40 años del “Halconazo”, en el que el grupo paramilitar denominado “Halcones” agredió y reprimió brutalmente a estudiantes que se manifestaban a favor de la población estudiantil de la UANL.
Centro Prodh
El día de hoy se conmemoran cuarenta años de aquél 10 de junio de 1971 en el que estudiantes que se manifestaban en la Ciudad de México a favor de la población estudiantil de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) fueron agredidos y reprimidos brutalmente por parte del grupo paramilitar denominado “Halcones”.
Tres años después de la masacre del 2 de octubre en Tlatelolco, el período autoritario de Gustavo Díaz Ordaz había encontrado un cauce de continuidad en Luis Echeverría, cuyo gobierno de lenguaje esquizofrénico y acciones propias de regímenes dictatoriales nunca dudó de arremeter contra cualquier muestra de oposición contra los órganos del Estado.
Además de apoyar a los estudiantes de la UANL quienes en Monterrey pedían la derogación de la Ley Orgánica de dicha casa de estudios, los manifestantes volvieron a las calles para pedir la liberación de los presos que restaban en las prisiones por razones políticas, así como para exigir que desaparecieran los porros de las preparatorias y universidades. La respuesta del gobierno echeverrista fue contundente: un número indeterminado de muertos –algunos hablan de más de 30– y heridos tras un ataque de un salvaje terrorismo de Estado.
El uso de este grupo paramilitar excedió a los ataques orquestados por los grupos porriles y de choque utilizados por la maquinaria de Estado. Creados a raíz de la masacre estudiantil del 2 de octubre de 1968 y entrenados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA por sus siglas en inglés), esta forma de paramilitarismo desarrolló las formas de contención represiva empleadas por el Estado en contra de los ciudadanos y las ciudadanas. Tintes futuros de estas formas se pueden observar en Los Charcos, Aguas Blancas, Acteal y en la región triqui, entre otras.
Tras estos acontecimientos, toda puerta de esperanza de diálogo con el Gobierno se cerró. Algunos de los disidentes del país formaron o se incorporaron a grupos guerrilleros que marcaron toda una forma de lucha en la década de los setentas. El período denominado como Guerra Sucia alcanzó en esta época su máxima expresión con un desgarrador cúmulo de violaciones a los derechos humanos: ejecuciones extrajudiciales, más de tres mil desapariciones forzadas, allanamientos, torturas, agresiones y procesos injustos.
Después de treinta años de los hechos y ante la creación de la hoy extinta Femospp, el caso de “la matanza del jueves de corpus” –como también se le conoce a la masacre del 10 de junio– fue consignado ante las autoridades judiciales federales con sede en la Ciudad de México. La Femospp (en su único intento por tratar de hacer justicia respecto de los delitos del pasado) pidió que se giraran órdenes de aprehensión en contra del ex presidente Luis Echeverría y el ex secretario de Gobernación Mario Moya Palencia, por el delito de genocidio.
El desenlace de resultados magros consistió en que se consideró no prescrito el delito de genocidio en el caso del Halconazo; sin embargo, para el Quinto Tribunal Colegiado con sede en la ciudad de México si bien existía genocidio, no existieron culpables. Hoy en día, el Halconazo, así como otras masacres de Estado continúan en el profundo costal de la impunidad mexicana.
Una película que toca parte de los hechos y que hace un análisis a veinte años de los mismos –”El Bulto” (Gabriel Retes, México: 1991) – será proyectada dentro del ciclo de cine: “Crímenes de Estado” el próximo jueves 17 de junio en el Centro Prodh como parte de la campaña “Siguen Desapareciendo”. [Más información en www.siguendesapareciendo.org]
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