Miércoles 20 de abril de 2011, p. 35
La concepción de que existen actividades exclusivas para mujeres y hombres no tiene sustento biológico; se trata de una construcción social que fija diferencias entre ambos géneros, aseguró Rolando Díaz Loving, académico de la Facultad de Sicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Con base en diferentes investigaciones realizadas en esa entidad universitaria, el investigador dio a conocer que los estereotipos sexuales son cada vez menores, aunque, dijo, aún hay mucho en qué trabajar.
Aseveró que mientras en la década de los 50 del siglo pasado, 80 por ciento de alumnos y alumnas de secundaria creía que los hombres eran más inteligentes que las mujeres, datos recogidos en 2008 muestran que sólo 30 por ciento de los estudiantes de ese nivel apoyaba esa idea.
La génesis de los estereotipos se crea en el momento en que como sociedad construimos normas y creencias en torno al sexo de niñas y niños. Esas imágenes resultan fundamentales en cómo nos desarrollamos y en los atributos y rasgos de personalidad
, comentó.
La sociedad construye valores y creencias en las que se afirma que hombres y mujeres deben tener actividades específicas, dijo el investigador.
A los niños se les regalan pelotas y armas de juguete que tienen características particulares, vuelan, cambian de posición, reflejan fuerza y dirección; mientras, a las niñas se les obsequian muñecas y juegos de té, que no se pueden aventar, sino que deben ser cuidados con ternura y cariño.
Díaz Loving presentó estos resultados durante un foro sobre adolescencia y juventud en la UNAM. Estudios universitarios demostraron que actualmente los desempeños tradicionales
comienzan a transformarse, pues las mujeres se definen –aunque en menor medida que los hombres– con características hasta hace algunos años consideradas masculinas: seguridad y valentía, en tanto hoy muchos varones aceptan ser cariñosos y sensibles, aunque no tanto como el sector femenino.
La sociedad, dijo, debe aspirar a construir una idea del mundo en la que no se hable de las características de sexo ni género, sino de seres humanos. Tenemos que impulsar en mamás, papás, maestros, maestras, instituciones educativas, sacerdotes y sacerdotisas que este mundo necesita personas con características socialmente deseables.
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